Dawn es una chica de catorce años a la que le apasiona el mundo de los caballos. Y entonces llegará un misterioso caballo con el que formará una maravillosa amistad y con él llegarán nuevas personas, y nuevas aventuras.

1 de enero de 2011

Capítulo III.

A principios de febrero una mañana cualquiera.
Día libre, no sabe qué hacer, ayer escribió en su diario dos veces, así que decide ir a su sitio favorito, un campo florido, que al amanecer es hermoso, y como se ha vuelto a levantar temprano, pues es el momento perfecto.
Coge su bici, va por la carretera y tarda menos de lo que tarda en ir a los establos, ya que está más cerca. Ha acertado, el campo rebosaba de flores que brillaban por el rocío de la mañana temprano. , que cuando se reflejaba la luz del sol hacía que el campo brillara como un gran diamante.
Dejó la bicicleta, se sentó en el tronco donde normalmente se colocaba, y empezó a dibujar. Era una de sus grandes aficiones, había dibujado de todo, por supuesto caballos, también había dibujado a personas, una vez se basó en una foto de grupo que tenía con Marina, Lola y Luis, bueno, y ella.
Llevaba todo lo que necesitaba para hacer una pintura: sus lápices y sus acuarelas, claro, y el papel y el caballete.
Empieza a dibujar con todo detalle las flores, los árboles, la nieve, está pensando en sus cosas, pero se vuelve a centrar en el cuadro.
Entonces, aparece el caballo.
-¡Bien, ahora podré dibujarlo! Si te puedes estar quieto un momento…- le habla con mucha confianza, y el caballo le hace caso, hasta que termina de dibujarlo con el lápiz, y ya le avisa de que puede irse, pero él no quiere, se queda con ella, se acerca a el caballo, le acaricia, y ahora hay más confianza de la que hubo la última vez.
Se acerca hacia ella, tiene mucha confianza, le ata una cuerda que “casualmente” se había traído.
Pasean por el campo, dan vueltas, y vueltas, y ninguno de los dos se cansa, sienten que son una sola persona, y entonces el caballo se tumba.
“¿Me intentará decir que me monte?”, piensa, “No sé, a pelo, y nunca he montado en él, no sé, sí, lo haré”. Se monta en el caballo, él se levanta y empieza galopar, tiene un galope muy suave, se siente en las nubes, más que galopar, vuela. Son dos almas unidas, que tienen una larga vida por delante, después de un buen rato, que Dawn ni siquiera se había dado cuenta de que había estado tanto tiempo con el caballo, todavía no ha desayunado y sus padres tienen que estar muy preocupados, coge su equipo de pintura, se despide del caballo dándole un beso en el hocico y sale corriendo. Le da rabia porque piensa que podría llevárselo a los establos, pero está segura que esta no va a ser la última vez que va a ver al caballo. Y en ese momento se le ocurre un nombre para su yegua no oficial: Dulce de miel. Lo de dulce porque es muy golosa y el animal también por lo que ha visto y lo de miel porque su color es parecido al de la miel, y porque le uno de sus postres favoritos es un dulce que lleva miel.
-Te veré mañana, Dulce de miel…- susurra, pero tiene la sensación de que le está escuchando.
Entra en su casa y llega a la cocina, ahí está su madre con cara de pocos amigos y su hermano con una amplia sonrisa por la bronca que le va a venir.
-¿Dónde has estado señorita?
-Verás, mamá es que me he ido a pintar al campo que está precioso por la mañana temprano y me he encontrado con…
-¡Me da igual con quién te hallas encontrado, sólo me importa por qué lo has hecho sabiendo el disgusto que nos íbamos a pegar!, ¿y si llegas a desaparecer? Nos daba un infarto.
-Eso lo dices por ti.
-¡Cállate Max que aquí nadie te ha pedido la opinión!- grita su madre a punto de explotar- ¡Si vuelves a montar un numerito como este te vas a quedar el resto de la Navidad en tu cuarto!
-Vale mamá- desayuna y sube a su cuarto para terminar de pintar el cuadro de la yegua, pinta con todo detalle el cuadro en el que más tiempo ha dedicado, punto por punto, raya por raya, no se olvida ni de un solo toque, ya terminado, lo deja secar. Le suena el móvil, un mensaje de Luis:
He quedado con Lola y Marina, ¿te vienes?
Se muerde el labio, eso le ayuda a pensar.
-Una vueltecita no me vendrá mal- se dice a sí misma.
-¿A dónde vas Dawn?- pregunta su madre que la pilla saliendo de casa.
-He quedado con Luis.
-Oye hija, ya es hora de que tengamos la charla.
-Mamá…-se queja, su madre va al salón y le  dice lo típico que le dice una madre a toda adolescente, aunque no es la primera que ya lo sabe desde hace tiempo.
-Bueno, mamá, me tengo que ir, además, parece mentira que no confíes en mí.
-Sí confío. Adiós- le suena el móvil, es Marina.
-¿Dónde estás?
-Mi madre me ha dado “la charla”.
-¿Y te le tenía que dar ahora? Llegas a no contestar al móvil y nos vamos sin ti.
-Bueno, sí, ya voy corriendo hacia allí. Por cierto, ¿dónde era? Luis no lo ha puesto en el mensaje.
-Estamos en la plaza.
-Vale, nos vemos entonces. Chao.
-Adiós chata.

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A principios de febrero, un día cualquiera.
Fin de semana, entra a una cafetería, ayer el jefe le dio un propina y le dan ganas de tomar tortitas, la mayoría de las veces, no puede permitirse el lujo de desayunar tanto.
-Buenos días, ¿qué te pongo?- le pregunta una chica alta y morena.
-Unas tortitas con sirope de chocolate y un zumo de naranja, por favor.
-En seguida- ve una chica en frente de su mesa, pelirroja, va muy bien vestida, al menos para estar en una cafetería. La joven lleva un rato mirándole y sonriéndole, y él ya un poco agobiado, le devuelve la sonrisa y aparta la mirada, un rato después, viene la misma chica.
“¡Qué pinta!”, piensa el chico, mira otra vez para la mesa en la que está la chica, ya no está mirando, también está tomando el desayuno.
Empieza a comer, a veces desearía que pudiera desayunar esto todos los días, pero ni es sano, ni se puede hacer él eso en casa porque no tiene tiempo a penas de hacerse las tostadas.
Se bebe el zumo de naranja y se limpia con la servilleta.
-Perdone, ¿me puede traer la cuenta?
-Sí, un segundo- vuelve a mirar a esa mesa, se da cuenta de que la chica le está volviendo a mirar, le vuelve a resultar incómodo así que vuelve a apartar la mirada.
-Aquí tienes- deja el dinero y se va, un poco aliviado ya que la chica no volverá a incomodarle.
Pero entonces, siente que le dan unas palmaditas en el hombro, se da la vuelta, es la misma chica que no ha parado de mirarle en el recinto.
-Se te ha caído la cartera.
-Ah, gracias. Me tengo que ir.
-Soy Melisa-dice con una sonrisa en la cara.
-Eh, yo soy Mason- responde un poco extrañado, no le interesa su nombre, la verdad-, como te he dicho, me tengo que ir- lo intenta pronunciar con la mayor amabilidad posible, ya que la tal Melisa le está poniendo nervioso.
-Que no te extrañe que nos veamos otro día…- se oye una pequeña risa pícara.
Va por la calle hasta llegar a su pequeño apartamento, va hacia su sofá, se tumba y se pone a ver la televisión, se aburre, se lo pasa mejor en los establos, y encima, con toda la tele-basura que hay por el mundo…    
A los cinco minutos de empezar a ver la tele, la apaga.
“No sé ni para que la tengo”, piensa, “si ni siquiera me gusta lo que ponen”.
Coge un libro y se pone a leer, eso le gusta mucho más que ver la televisión, eso de que una imagen vale más que mil palabras, él no lo entiende, bueno, eso da igual, la verdad.
Lee durante un rato, hasta que  se le cansan los ojos, y piensa que lo mejor era dar un paseo.
Va lo más lejano posible de los coches, edificios, casas, de todo, ya dentro del bosque del pueblo, escala un árbol y se sienta en una rama, ahí sí que se siente bien, a salvo, ese es su hogar, no ningún apartamento, ni nada de eso, no hay ningún sitio como ese, un bosque, un árbol.
Entonces, cree oír a otra persona escalar por el árbol, y a su lado se sienta una joven de pelo negro, negro como una noche sin estrellas, y sus ojos hacían juego con su cabello.
-No te gusta lo que tienes hasta que lo pierdes.
-¿Eh?, ¿me hablas a mí?
-Lo siento, no debería haber dicho nada
-No, no pasa nada. Creo que entiendo tu postura.
-Me llamo Alyson.
-Yo soy Mason, acabas de mudarte, ¿no?
-Sí…,  ¿cómo lo sabes?
-Porque cuando yo me mudé, que fue hace poco, al primer sitio que vine fue a este, me encanta este lugar.

-A mí también, y como es el único lugar que conozco del pueblo, pues siempre estoy aquí, por lo menos hasta que encuentre trabajo,, que espero que sea pronto, porque estoy sin blanca- dice mientras que se ríe.
-Yo trabajo en los establos Campo de las estrellas.
-Yo, voy presentarme para trabajar en la cafetería de la plaza.
-Tiene unas tortitas riquísimas.
-Cada vez me convence más.
Ríen, hablan, comentan sobre los temas de los que están, y se dan cuenta de que tienen más cosas en común de las que se imaginaban, y se hacen muy buenos amigos en una mañana.
A la hora de comer, se despiden y cada uno se va a su casa, teniendo ganas de volver a verse por la tarde…

1 comentario:

1092 dijo...

¡Me encantó el nuevo cap.!:P Estoy contenta de que hayas seguido mi consejo ^__^

Bueno, me voy a ver tu otra entrada xD